En la ceremonia de premiación Gerente del Año 2016, organizada por la Asociación de Gerentes de Guatemala -el pasado 15 de noviembre-, se anunciaba en el último punto de la agenda el premio al mejor gerente. En una silla esperaba pacientemente este personaje, acompañado de su esposa, hijos, yernos, nueras y nietos, para ver por primera vez el video que daba a conocer sus logros así como los momentos difíciles que vivió durante toda una vida al frente del Centro Distribuidor (Cendis).
La historia de Édgar Heinemann fue vista por más de 450 personas que asistieron a la ceremonia, quienes se llevaron importantes lecciones de la vida de este gerente. Les compartimos la entrevista que otorgó a Revista GERENCIA.
Mi bisabuelo, proveniente de Alemania, llegó en 1885 a Guatemala en un viaje destinado a llegar a El Salvador. Se bajó en Ocós, le encantó y se quedó para procrear una familia, y para fundar La Paquetería. Ese fue el comienzo de un negocio familiar muy exitoso que heredamos un tío abuelo, mi padre y yo, hasta que la guerrilla lo incendió y nos dejó sin nada, un 14 de diciembre de 1967. Así se consumió lo que yo consideraba mi futuro para el resto de la vida. De esa forma aprendí que lo que uno tiene hoy, al otro día no necesariamente está allí. Posteriormente, abrimos con mi padre el Centro Distribuidor.
Édgar Heinemann dirigió Cendis desde su fundación hasta el año 2012. En 2016 se convirtió en el Gerente del Año, reconocimiento que le otorga la Asociación de Gerentes de Guatemala.
Bastante difícil, primero por la famosa guerra del fútbol entre El Salvador y Honduras, que nos impedía el paso de mercadería del resto de Centroamérica a Guatemala. Además, porque con el incendio habíamos perdido todo nuestro capital, que fue de 30 mil dólares o sea de 30 mil quetzales. En 1973, le dije a mi papá: “tal vez usted tiene de que vivir… yo no”, para entonces ya tenía cuatro hijos, por lo que decidí retirarme. Sin embargo, mi papá me dijo que esperara seis meses más. No me pregunte qué pasó, pero gracias a Dios le hice caso, porque salimos adelante.
En esa época hubo muchas desgracias, pero también un gran auge por la construcción, y eso nos ayudó a salir a flote.
Me gradué en el Colegio Americano, trabajé nueve meses en Israel, experiencia que me ayudó a comprender que no todos somos iguales. Posteriormente, me gradué en la Universidad de Purdue, en Indiana, Estados Unidos. Allí estudié administración de empresas. En Cendis siempre fui el gerente general y mi papá el presidente.
Édgar y Lucy de Heinemann tienen 4 hijos y 12 nietos.
Sí, eso fue cuando estaba en la Paquetería que quedaba en la sexta avenida, entre la once y la doce calle de la zona uno. Yo tenía la buena o mala costumbre de ir a comer al otro lado de la calle. Allí vi salir a una señorita, me la presentó una amiga y cinco años más tarde, después de toda una clase de eventos, nos casamos. Tenemos 53 años de casados, 4 hijos (Rodolfo, Débora, Patricia y Alejandro) y 12 nietos.
Haber iniciado un negocio, la forma en que lo hemos manejado y hasta dónde hemos llegado. También, haber contado con la capacidad de pasárselo a mi hijo Rodolfo, como gerente general, y a mi hijo Alejandro, como directivo, y que el negocio siga funcionando y esté próximo a cumplir 49 años.
Sin duda, la capacidad para desarrollar estrategias y corregir sobre la marcha. Porque al comienzo distribuíamos productos cosméticos y de perfumería, representábamos a marcas como Clairol o Jaqueline Carol. Pero, en 1967, vino la integración centroamericana y muchos productos comenzaron a fabricarse acá, así perdimos distribuciones. Entonces, comenzamos con Johnson & Johnson y la línea de productos farmacéuticos, como Pfizer. Tuvimos épocas muy complejas. Nosotros hicimos al revés que la mayoría de empresas, empezamos con 11 personas y llegamos a más de 400. Pero hubo un momento en el que dijimos “no”, tenemos que concentrarnos exclusivamente en productos farmacéuticos y lo que nosotros llamamos bienestar y salud. Por eso, hoy contamos con 150 colaboradores, gente sumamente capaz y muy profesional.
En 1967, cuando se quemó La Paquetería, nos ayudó mucho don Arturo Bianchi, entonces el presidente de la Cámara de Comercio. Yo le quedé agradecido por siempre, por eso en 1979, cuando en Nicaragua y El Salvador ya se habían ido empresarios por la guerrilla, el hecho de habernos quedado a trabajar en Guatemala después de una lucha muy fuerte, decidí que era el momento de participar. Empecé como vocal en la Cámara de Comercio, después fui secretario y en 1985 fui vicepresidente, con Pedro Miguel Lamport en la presidencia. Posteriormente, entre 1987 y 1988 fui el presidente de la Cámara. Esto me llevó a involucrarme en el CACIF, del que también tuve la presidencia.
Para el año 2000, después de un famoso accidente de avión en el que murieron cuatro guatemaltecos en El Salvador (Sergio Paiz, Enrique Novella, Rodrigo Toriello y Rodrigo Andrade) quienes prácticamente iban a dirigir Fundesa, me llegaron a hablar. Poco a poco me fui metiendo y para 2005 estaba a cargo de la presidencia, me quedé hasta 2012, cuando ya habíamos formado un grupo de gente más joven para que entrara.
En la Fecamco me tocó ser presidente en 1988, cuando era presidente de la Cámara de Comercio y del CACIF. Por otro lado, como resultado del terremoto formamos Cervoc, que era un centro de rehabilitación para las víctimas. Conseguimos bastante dinero para atenderlos, darles terapias físicas y conseguirles trabajo.
En el Incae porque considero que la educación es un tema sumamente importante, es una de las universidades más importantes a nivel mundial. También formo parte de Ajkem Tejedores, un grupo que nació a raíz de un plan de largo plazo que hicimos en Fundesa con el apoyo del sector privado (Mejoremos Guate), la idea era crear puentes de entendimiento entre los diferentes grupos sociales. Pues estamos acostumbrados a que cada quien piensa desde su núcleo, y para crear una Guatemala mejor necesitamos platicar entre los diferentes grupos para crear consensos.
Nunca me lo esperé. Para mí es un gran honor, y lo recibo con el corazón, les agradezco que hayan pensado en mí, y no me queda más que felicitarlos por toda la labor que han desarrollado durante todos estos años.
Ileana López
Directora Revista GERENCIA
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